Esta ha sido una semana
muy agitada, con mucho trabajo y algún que otro tema de salud. Fui por lo tanto
al Sanatorio Americano; una señora muy mayor me paró en hall de ingreso (en el
hall de ingreso hay un cartelón que dice INFORMACIÓN) y me preguntó si
trabajaba allí. Le respondí: “No, soy paciente.” Acto seguido, la señora me
preguntó dónde está el Instituto Sabathié (creo que le dije que no trabajaba
allí…) y la despaché por ascensor al piso correspondiente. Lección Nº 1: Aunque
no se trabaje en el Sanatorio Americano, las señoras seguirán preguntado donde
queda el Instituto Sabathié.
Yendo otro día a una
institución a la que pertenezco, andaba por las calles rosarinas con una Bosch
GBM 10 con bruta mecha porque había que hacer una igualmente bruta perforación.
Como la Bosch no es mía la llevaba con sumo cuidado montada al hombro. Al
respetar 100% los semáforos, el de Paraguay y Córdoba detuvo mi apresurado
caminar. Un señor muy vestido de señor, me clavó la mirada y pensé: “¿Y a este
qué le pasa?” Cruzó el señor en infracción y se dirigió directamente hacia mí
para preguntarme por el aparato, me saqué los auriculares (siempre ando
escuchando música) y le respondí a cerca de las virtudes del taladro: no era yo
el blanco de su lasciva mirada, sino la impecable y alemanísima Bosch. Lección
Nº 2: Cualquier mujer es intrascendente e ínfima frente a una Bosch flamante.
Otro día, caminando por
Peatonal Córdoba, me encontré repentinamente en medio de una marcha en honor o
repudio a quién sabe cuál de los tantos acontecimientos y desde ya que tuve que
interrumpir mi veloz andar. Una jovencita muy exaltada, una total desconocida,
me vio allí parada y seguramente me confundió con alguien: se acercó y me dio
un fajo de volantes para repartir. Se los devolví y le expliqué que yo, nada
que ver. Lección Nº 3: Si los senderos no se bifurcan y conducen directamente a
una manifestación, indeliberadamente se es manifestante.
Como vi que la
manifestación comenzaba a moverse, me corrí de la escena y me sumergí en una
librería; estando allí, no queda otra que comprar un libro. Solicité entonces
los 4 tomos del Tratado General de Ajedrez y como las vendedoras ya me conocen, una de
ellas me confió top secret, que la competencia, seguramente los tendría. Fui a
la competencia esquivando banderas y pancartas y tampoco los tenían y como
también me conocen allí, me mandaron top secret, a la competencia de la
competencia. Lección Nº 4: Es bueno tener libreras conocidas; y Lección Nº 5:
Las lecturas deben ser más light, no tan rebuscadas.
Retornando una de las
noches de la Universidad Tecnológica Nacional, ya pasadas las 22:00 hs. y
sabiendo que en el Monumento Nacional a la Bandera había una manifestación,
pensé que los ómnibus se llenarían de manifestantes ofuscados o felices y opté
por tomar un taxi. El señor taxista padecía de la grave patología incurable de
adicción a Arjona. Indiqué mi dirección de destino y acto seguido, el señor
taxista, subió un poquitito el volumen de alguna canción del ut-supra mencionado
cantante en honor a los resortes del colchón, a la fellatio (correctamente
declinado en Dativo es: “fellationi”) o a las ollas Essen. Reconozco que el
cantante es ciertamente afinado pero nunca me plugo. No es mi costumbre andar
por las callecitas rosarinas portando una Bosch, así que no podía taladrar el
órgano de Corti y demás zonas auditivas del señor taxista, tal y como él lo
estaba haciendo conmigo. ¿Qué hacer en circunstancias tan incómodas? Arremetí
contra el celular y rogué porque alguien decidiese llamarme a esas horas de la
nocturnidad. Nadie lo hizo, entonces, no quedaba otra que cambiarle el
ringtones y suena per se. Estos milagros de la tecnología envían una señal de
alerta al cerebro del taxista, quien con un solo dedo ajustará el volumen del
equipo de música hacia menores decibeles. Lección Nº 6: un ringtones puede más
que Arjona.
Colofón: las señoras
preguntarán igual frente a una negativa, una mecha de taladro tira más que una
yunta de bueyes, en las manifestaciones siempre habrá una jovencita confundida,
hay que tener conocidas por todas partes, los virtuosos 4 tomos del Tratado General
de Ajedrez están en una librería de un Shopping (¡un Shopping, qué horror!),
los taxistas no aprenderán jamás que Arjona menstrúa letras de canciones.
Fin
Violeta Paula Cappella.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario