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jueves, 10 de diciembre de 2015

Cuando Shamballa se vino pa’ Santa Fe (Una historia real)

Hace cierta cantidad de años, alguien que deseaba integrarse a la Masonería, me dijo, en charla pre-ingreso, mirándome como a una larva de mosquito, que con lo de la Masonería la tenía clara, que habiendo leído tan sólo un libro del tema, ya lo sabía todo, pues había sido Masón en varias vidas anteriores y que por lo tanto si ingresaba sería de un toque, en el mismo día, M.·. M.·., porque en sus vidas pretéritas había ostentado medallas y arreos masónicos varios, hoy propiedad de afamados museos, que había sido 33º, 99º y hasta quizás algún inexistente 999.999.999º. Que tenía una misión importantísima en la Tierra de traer Luz a la Humanidad oscurecida por la ignorancia (volvió a mirarme como si fuese una larva de mosquito) y que iba a revolucionar el planeta con sus altísimos conocimientos sobre los mundos internos a través de sus viajes astrales, que colaboraba, por ende, directamente y a consciencia con los Maestros de Sabiduría, allá por Shamballa, algo que le implicaba mucho trabajo, dinero (¿?) y tiempo.

Le pregunté irónicamente si era discípula de algún Maestro de Sabiduría y me dijo que no, que ella era algo así como “Colega” de estos Altísimos Seres y que conocía directamente a Cristo, con Quien mantenía fluido contacto y que ella en breve sería elevada a la categoría de Maestra Ascendida.

A esta altura de la conversación, saqué un DBI AP de 850 del blister y me lo tragué imaginando que mi diabetes andaría arriba de los 333… 

Sentadas ambas frente unas bonitas mesitas de Handicap, un barcito que tiene un patio para fumadores, aquí, en el Paseo del Siglo, prendí un cigarrillo, dos, tres, veinte…

Pensé en llamar a la Guardia Psiquiátrica Permanente de Caritas, pero no lo hice porque no hay derecho a endilgarles semejante despelote mental a los pobres curas y opté por seguir escuchándola.

Mientras yo pensaba qué hacer con esta Super Star de la farándula celestial, comentome que también solía viajar por los espacios siderales hasta Venus y otros planetas más lejanos para ver cómo andaban las cosas por aquellos paisajes y de paso, auxiliaba a Entidades Elevadísimas en sus arduas labores administrativas, ya que no es broma esto de andar dirigiendo un planeta…

Hacía menos de un mes que yo había sido exaltada a M.·. M.·. gracias a haber estudiado como una bestia y trabajado de igual manera; a la susodicha no le había comentado nada ni tampoco tenía el por qué de hacerlo y tenía la rara sensación de estar pasando por una prueba de fuego de la que sólo zafaría si llamaba a la moza y le pedía la cuenta. ¿Sería que me faltaba aún una especie de Iniciación en la Paciencia Masónica?

Esperé que emergiese de ella un punto de racionalidad. Obviamente no lo obtuve.

Como frutilla del postre, me dijo que estaba planeando, a propuesta propia y aprobada por Cristo y los Maestros de Sabiduría, mudar a Shamballa con todas sus huestes angélicas a la República Argentina. ¡Glup! Llamé a la moza y le pedí un whisky doble on the rocks y me prendí otro cigarrillo. 

Le pregunté si se vendrían estos Lumínicos y Etéreos Seres a vivir a Rosario. Me respondió que no, que sería sí en la provincia de Santa Fe, en un campo situado al límite entre las provincias del Chaco y Santiago del Estero. Interrogué por qué allí, pensando que respondería algo relacionado con energías telúricas y me explicó que tenía exactamente en esa zona un amigo muy esotérico que le “ALQUILARÍA con todo gusto la gran extensión de tierra a LA JERARQUÍA PLANETARIA”.

Ya a estas alturas de la conversación, andaba yo buscando en mi pastillero alguna altísima dosis de clonazepam para meterle discretamente en su vaso Coca-Cola, revolvía mi bolso para ver si no tendría por esas casualidades de la vida un chaleco de fuerza o una picana eléctrica de 20.000.000 voltios y no sabiendo a quién invocar, pensé en mandarle un SMS a Tor para que me prestase un ratito su martillo para dárselo a la mina por la cabeza, mas carezco de números telefónicos de dioses; hacía largo rato que no había más zoológico aquí en Rosario, así que tampoco podía hacer la gran romana y soltarle un león en el Anfiteatro Municipal “Humbreto de Nito”. Me resigné a seguir escuchando.

Su plan de traslado de Shamballa completito implicaba la colaboración de mucha gente espiritual, tal que esotérica y que por eso, había sido muy necesario para ella su encuentro conmigo. Debía yo comprar mis pasajes de avión e ir hasta el Tíbet, vía Moscú o qué sé yo qué y ayudar a algunos Maestros de Sabiduría a embalar sus bártulos. What? ¿Así que yo soy el “che pibe” de la Jerarquía Blanca del Planeta y ella la Gran Iniciada?

Le pregunté si viajaría conmigo y me dijo que no, que a ella no le hacía falta ir en avión porque viajaba astralmente y que el traslado definitivo del Gran Centro Luminoso sería para Navidad. Quise saber por qué la Jerarquía Blanca le hacía caso a ella (mísero mortal) y alegó que era por culpa de los comunistas que estaban llevando armas al Desierto de Gobi…

Dicho esto, aclaró que ella se iría a vivir al futuro campo shambalístico pues era novia / pareja / esposa / concubina y / o amante del Maestro Saint Germaine o Conde Rakoczy. Le pregunté si era casada con algún macho más terrenal y me dijo “¡Noooooooooooo!”. Ella estaba consagrada a la divinidad.

Reflexioné unos segundos sobre el terrible mal gusto de los Maestros de Sabiduría y después me acordé que estos Altos Dignatarios en realidad son divinos andróginos, así que debería tener unas enormes telarañas vaginales o que se la estaría cogiendo valerosamente algún íncubo en plena decadencia, creado por algún oscuro monje mediante conjuro, allá por los tiempos del medioevo.

Le expliqué que me sería imposible ir al Tíbet porque para esas fechas andaba yo tomando los últimos exámenes libres de las Facultades, comprando regalos y cocinando aves y demás volátiles para las cenas y almuerzos festivos y que, por si fuera poco, tenía el pasaporte vencido; para rematarla, agregué, que si yo viajaba a dónde fuese, me iba con mi en aquel entonces marido y animalitos domésticos. Fue demasiado para ella. Me miró ofendidísima, se levantó y se fue.


Me desparramé en la silla, como quien se desinfla, sacudí la cabeza para deshacerme de semejante quilombo mental, digno de un profundísimo análisis freudiano-lacaniano-junguiano-pavloviano, llamé a la moza, le pedí una buena porción de Lemon Pie, otro whisky doble on the rocks, me fumé el último cigarrillo, me puse a leer “La Capital” y en primera plana estaba algo sí muy importante y para mi escalofriante: Rosario Central en pocos años se iría al descenso… 

Violeta Paula Cappella

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