Por Alice de Cappella
- Annabelle, ¿con quién hablas?
- Con Quibu, mami.
- Bien, pero ahora, por favor, vengan al comedor porque la merienda está ya lista.
- Quibu no quiere ir conmigo.
- Está bien, déjalo, si él no quiere tomar el té con leche, no hay problemas.
- Annabelle, ¿cómo es Quibu?
- Chiquitito como yo, ¿no lo ves?
- Sí, pero a veces no lo veo, decime ahora, ¿qué te cuenta? No lo oigo porque habla muy bajito y los he visto conversando.
- Él me cuenta cosas de las plantas, dice que todas las plantas son sus amigas. Pero ahora está muy enojado con vos.
¿Conmigo? ¿Por qué?
- Por esas ramas secas que pusiste en el jarrón, dice que son plantas muertas y a él no le gustan, dice que tenés que sacarlas de allí.
- Ah, no. ¿Por qué me va a decir qué debo hacer? me parece que esas ramas secas son muy estéticas y quedan muy bien allí. Además, me las regaló papi y un regalo no se tira.
- Yo te digo, mami, Quibu está muy enojado.
- Bien, si él se enoja es su problema, pero no voy a quitar un adorno porque él lo diga.
Esa noche, la pequeña familia estaba sentada en torno a la mesa, cenando apaciblemente. El gato, que momentos antes estaba dormitando cerca del fuego del hogar, se despertó y corrió a esconderse tras un sillón. Un fuerte estruendo estremeció la casa; los padres y Annabelle dejaron la cena y fueron a la sala, pues de allí provino el estrépito. El jarrón había caído al piso y los trozos de porcelana estaban esparcidos por todas partes. Las ramas secas parecían trituradas.
El padre aseguró que el gato había hecho una travesura y había tirado el jarrón, pero Annabelle lo corrigió inmediatamente y dijo: "¡Fue Quibu!". La madre se quedó muda y asintió con la cabeza.
El padre se ofuscó y contestó: "¡Esa historia de fantasía no la tolero más; no hay ningún Quibu!
Annabelle y su madre recogieron los trozos de porcelana del jarrón y las ramas secas sin decir ni una palabra.
Mientras tanto, el gato deseaba cazar algo que nadie podía ver y el padre de Annabelle lo miró desconcertado.
Annabelle cortó las ramas y las quemó en el fuego del hogar y le dijo a su padre: "Quibu dice que te perdona, ahora está contento. ¿Ves cómo juega con mi gatito?
El padre dice que no, la madre dice que sí y siente una pequeña sensación de complicidad con su hija.
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