El tipo estaba obsesionado con estudiar Geología, pero aquí en la
Universidad Nacional de Rosario no existe la carrera. Googlea dónde podría
estudiar y ve que sí existe en la Universidad de Río Cuarto. Estalla de furia y
se dice a sí mismo: “Claro, los cordobeses tienen esas montañas tristes, por
eso pueden estudiar geología y acá, obvio, ni la montañita del Parque
Independencia es natural. Pero yo sé que en Santa Fe hay una montaña, o lo que
queda de ella, yo sé que existe, por lo menos hay una.”
Sigue mirando los links de otras facultades y se encuentra que hasta la
Universidad de La Pampa tiene Geología y la UNR no. Habla en voz alta como si
la computadora lo escuchase: “¿Y me querés decir qué cosa hay en La Pampa, me
querés decir por qué los pampeanos pueden estudiar geología y los rosarinos no,
eh? ¿No hay nada en el suelo rosarino? ¿Y en el subsuelo? ¿Qué tenemos acá
abajo? ¿Un agujero? ¿Qué, a ver, qué; si hacemos un pozo, nos vamos a encontrar
con un chino?” La esposa lo interrumpe en sus elucubraciones y le avisa que
ya está la cena servida: zapallo relleno. Él levanta la cabeza, la mira y ve
que la panza cada día le crece más, los mellizos en su vientre están por nacer
pronto.
Se sienta a la mesa, come su porción de zapallo relleno y piensa, que
si su esposa no estuviese embarazada, le propondría ir a vivir a Catamarca, San
Juan o Jujuy, trabajar de lo que sea y así podría estudiar geología.
Mientras piensa, el televisor grita obscenidades sobre la política
argentina; lo apaga y la esposa le pregunta qué le pasa. Él refunfuñando le
responde: “¿Y vos te pensás que el gordo sapo ese se las sabe todas? Es un nabo
que ni siquiera estudió periodismo y ahí lo tenés, dando cátedra de política,
viviendo en Miami y en la lujuria, lleno de guita, si yo tuviera la platita de este, me iría a estudiar geología a Jujuy, Catamarca o La Pampa.”
Se levanta de la mesa y se sienta nuevamente frente a la computadora y se le
ocurre una idea brillante: estudiar geología a distancia. Sonríe y googlea estudiar geología a distancia. Aparecen
universidades de todo el mundo y con ellas las sumas que hay que pagar en
dólares o euros. Se toma la cabeza con ambas manos y grita: “¡Me voy a suicidar
con una rodocrocitaaaaa!”.
La esposa se acerca y le pregunta por qué no estudia de
manera autodidacta. Entonces, se le ilumina el rostro, crea una carpeta nueva en
mis documentos y empieza a descargar
cuanto PDF encuentra sobre geología, pero está obsesionado con la mineralogía
rosarina y lo único que encuentra es un archivo sobre “Especificaciones
técnicas en mezclas asfálticas.” Le vocifera al buscador de Google: “¿Sabés
cuándo el asfalto va a ser considerado como un componente del subsuelo
rosarino, eh, sabés cuándo? Yo te lo digo: dentro de dos millones de años cuando
todo esto se haya degradado y los futuros geólogos crean que el asfalto
era un componente más de los minerales que hay en Rosario.” Sigue googleando y
encuentra un catálogo sobre lombricultura. Amenaza con el puño a la computadora
y le grita: “¡Pero vos me estás cargando! ¡¿Cómo me vas a proponer un catálogo
de lombrices?!
La esposa ya se ha acostado y desde el dormitorio le pide que apague la
computadora y venga a dormir.
El tipo descarga la carpeta con los PDF a un pen drive, apaga la
computadora, prende la tablet y se va a la cama. Empieza a ver los archivos y
descubre que en Rosario hay: materia orgánica, arena, limo y arcilla. Pero en
tanto va avanzando en la lectura se encuentra con términos más seductores:
loess, sedimentos loessoides, suelos franco-limosos y que las arenas del Paraná
contienen: cuarzo, microclina, ortoclasa, plagioclasa, piroxenos,
illitas, circón, biotita alterada, limonita, pirita, calcopirita, magnetita y
vidrio volcánico. Su ceño fruncido comienza a distenderse y esboza una sonrisa.
Los feldespatos rosarinos corresponden a silicatos de sodio y calcio, es decir, plagioclasas; y que también hay en menor medida silicatos de potasio y
aluminio, o sea, la microclina y ortoclasa. Encuentra la fórmula de la
moscovita y entra en éxtasis: 6SiO2.3Al2O3.K2O.2H2O
Apoya la tablet sobre su corazón henchido de felicidad, se acomoda
sobre el respaldar de la cama y sigue leyendo: sedimentos del Cuaternario,
sedimentos de origen eólico, minerales opacos de hierro amagnéticos, caolín… y
se queda dormido con la tablet en las manos.
A las cuatro de la mañana lo despierta la esposa porque siente que está
a punto de parir. Llaman por teléfono a la ambulancia de URG y a las ocho de la
mañana nacen los mellizos. Para sorpresa de todos no son dos varones, es una
niña y un varón.
Uno de los médicos le pide al tipo, recién recibido de padre
de los mellizos, que llene dos fichas y coloque los nombres de los bebés y él
con profunda alegría geológica destierra los nombres previstos para varones,
tiembla su pulso, respira profundo y escribe con letra clara y decidida: Limonita en la ficha de la niña y en la
del niño Caolín.
Violeta Paula Cappella.-
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