El disparo certero
Una tarde de verano, encerrado un hombre en su casa, mató a
otro que no estaba allí.
El otro no abrió ninguna puerta, ninguna ventana y sin embargo, estaba allí y el hombre lo
mató.
El hombre dio un disparo tan certero, que él mismo se asustó
de su puntería, escuchó como el casquillo tintineaba en el piso y vio como en
el otro se consumía su luz.
El otro hombre se había ensortijado con beldades de
fantasías y moralinas. Hacía relucir toda su bijouterie en sus conversaciones y
los adeptos a las felonías y al sí mismo, lo aplaudían complacidos.
El otro hombre se sentía impecable, un sabiondo feliz de
poder ejercer presión cuando los momentos se prestaban para desplegar sus
plumas. Era un amante de los públicos procaces, pusilánimes y
que le rendían genuflexión.
El otro hombre amaba desenvainar su espada de la justicia
contra lo que para él eran las lacras sociales exterminables, entre los que
figuraban los negros "de mierda", los hijos de la basura y el despojo.
El otro hombre levantaba la voz para ser creíble y trazaba
su lenguaje con vulgaridades para ser más potente, más viril, casi omnipresente.
El otro hombre era decididamente racista y para hacer más
blando su lenguaje utilizaba diminutivos, entonces era un racista dulce y
suave.
El asesino se vio libre del otro hombre, respiró y gritó
feliz como nunca antes lo había hecho.
Se sentó, miró a su alrededor y buscó el control remoto de
su televisor. Intentó varias veces prenderlo pero no pasó nada. Se acercó a la
pantalla y vio que allí había un agujero producto de un disparo, la pantalla se
resquebrajó frente a él emitiendo un sonido sordo pero chirriante, y un puntito
luminoso muy allá en el fondo comenzó a titilar mostrando la señal de un canal
de cable de noticias.
Cuando el puntito se oscureció, el hombre tomó un libro lleno
de polvo de un estante, leyó y comenzó a pensar.
Al atardecer, encendió una lámpara y se dio cuenta que había
estado leyendo más de cuatro horas seguidas, algo inusual en él.
Cerró el libro y pensó complacido: “He matado a mi otro yo,
un ser absorbido por la medianía televisiva y por todas las mentiras. Acabo de
resucitar y este estado de plena libertad debe ser custodiado. Ya no más TN.”
Violeta Paula Cappella
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